domingo, 21 de agosto de 2011

¿Qué queréis?

¿Qué haces? ¿Simplemente lees lo que escribo? Que insoportable resulta una persona que espera algo de los demás o de otra cosa; solo esperan entretenerse, asombrarse de una u otra manera, pero os miráis unos a otros y como todos esperan que le den emoción, nadie la da; y así debéis recurrir a un libro. No hagáis los tontos, es de vosotros a quien me refiero. Pero bueno, nunca me ha gustado ser del montón, seguro os traeré emoción con lo que estáis leyendo; Soy yo quien os asombrará en gran manera, no es este libro, seguro que no; soy yo. Yo soy el libro. No me juzguéis, es la verdad, no creeréis que esto es un simple pedazo de papel, no creeréis que es un simple libro, ¡no! ¡este soy yo! ¿Creéis que son puros cuentos? ¡necios! ¡abrid la mente! No creáis que estoy loco, no creáis todo lo que piensas. Porque, ¿Quién ha podido ver los cadáveres putrefactos de vuestros antecesores? ¡Oíd bien! ¡No los míos, los vuestros! Si. Os conozco, os conozco bien. Cada uno de vosotros, cada una de vuestras vidas son para mi fuente de placer. Cuando os veo sufrir, me plazco. Cuando os alegráis, me rio de vuestra inmadurez. Pero, decís, ¿cómo puede él conocer mi vida? No creáis que estoy loco, en definitiva no.
Vivía común y corriente, mi retorcida mente me daba la felicidad de lo que no somos capaces de realizar por los impedimentos que la sociedad otorga. No somos libres, para nada libres. ¿Quién me obligó a vivir en este cuerpo? ¿Cuándo fui libre para elegir mi propio cuerpo? ¿Entonces que es lo que dice la biblia de que Dios nos da total libertad? Me indigné de manera perpleja. Creía en Dios, claro está y aún creo en “él”. Quería protestar, solo eso. Pero sería contra quien lo que trajo total problema. ¿Estáis atentos? ¡Protestaría contra Dios! ¿pero como podía lograrlo? Me resigné por un instante.
Tal vez creéis que estaba en lo cierto, ¡es imposible protestar contra Dios!, pero no luego de que terminéis de leer esto. ¡Despertad! Esta es la verdad sobre ese Dios vuestro.
Dormía yo en medio de la noche cuando escuché cierto ruido en mi cuarto. Las tinieblas de mi morada me hicieron temer un poco. Una bestia se erigió sobre mí.
-Hijo mío- dijo el demonio posando su mano sobre mi cabeza- ¿Qué os tramáis en contra de Dios?
Sin hallar respuesta de mi parte, continuó.
-¿No sabéis? Te ayudaré.
Me levanté y fui tras él. Me llevó a un horrible lugar. Supongo que era el paraíso. Tras una muestra de afecto, me llevó a un vitral alto donde la imagen de un ser indescriptible estaba atenta escuchando.
-¡Serafín! –Dijo el demonio- ¡Os he traído un hombre infernal, desde la tierra y para la tierra! ¡Un hombre que trae odio y sufrimiento! ¡Su corazón es mío al igual que su alma! ¡no tenéis nada que hacer! Entonces decidme –se dirigió hacia mi- ¿Qué tienes que decid en contra de Dios?
Me enfurecí totalmente. “Serafín, ¡maldito!” empecé diciendo “!malditos sean tus hijos, malditos sean tus poderíos, maldito seas tu! ¿Acaso no has aprendido nada de tu señor Satán?” Serafín miraba indignado. Su sombra se acrecentaba más, ¡Escuchad bien! ¡más! ¡cada vez más! Tenía miedo, tenía miedo de nosotros. Quería hacernos temer ante su presencia.
-¿Estáis loco? –le dije- ¿Creéis que me hacéis temer con tu estúpido manto? ¿Qué vas a hacer? ¿Ah? ¡Dime!
Lucifer se quedó en silencio, observando y sonriendo.
-Lucifer –inició serafín- ¡lárgate de una vez! ¡y llévate a tu hijo! ¿Por qué todavía no os vais? ¿Qué más queréis?
-¡La muerte de Dios!-Exclamé
-¡Desgraciado! –bajó Dios del cielo diciendo- y ahora vivirás bajo la forma más inhumana e inanimada.
-¡Entonces convertidme en libro! ¿Creéis que te tengo miedo? ¡fanfarrón!
De tal forma que aquí estoy. ¡No os asustéis! No muerdo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario