domingo, 21 de agosto de 2011

Quizá solo necesito dormir

Mis manos tienen algunas cicatrices de las guerras que he librado con múltiples demonios. Mi cuerpo tiene profundas laceraciones por dónde aun fluye la sangre que ibas bebiendo y rosando con tus dedos. Ya no hay alma ni materia. ¿Quién así no quisiera perder una batalla más? Y, mientras te deslizas en el tiempo, la risa y la muerte nos salen por los poros. Cariño, esto ni siquiera había empezado y ya habíamos tenido que decirnos hasta pronto con los ojos, con los gestos, con el corazón roto. Nos mirábamos, trenes a metros de distancia, mientras nuestros cuerpos vulnerados se replegaban, se perturbaban, se yuxtaponían y se dejaban abandonar el uno sobre el otro, llenos de violencia, lenguas y estrellas, comiéndonos los segundos. Recuerdo beber un poco de cerveza en tu ombligo, acariciar los vellos de tu pecho, lamerte y morirme de la risa entre tus brazos nada más para que me voltearas de un beso y no dejáramos de girar, de mirar hacia arriba y volar y morder y jugar. Y, tin, cariño, así nos fuimos quedando paulatinamente mudos, porque, pura mierda, las palabras sólo quieren decir lo que no existe en ellas, lo que no se puede más que sentir. Por eso aun te traigo en medio de los ojos, detrás de ellos, renaciendo en el sueño imperceptible de cronos… Sólo puedo decirte que después de esos días, todo ha seguido siendo igual: un simple espectáculo, aplausos, aplausos, la gran baba que sale de la boca de dios, la ironía de esperar que me devuelvan el mundo al frente de un circo. Quizá sólo necesito dormir, dormirte, en este sueño que se ha vuelto como la vida misma.

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